miércoles, 19 de agosto de 2015

LA JORNADA LABORAL Y LA RUPTURA CON EL CONCEPTO DE TEORÍA
(DE Marxismo y libertad, cap. 5)

Raya Dunayevskaya (1910-1987)

Entre 1861 y 1867 el manuscrito de la Crítica, ahora convertido en El capital, sufrió dos cambios fundamentales, uno en 1863, y el otro en 1866. Podemos advertir los cambios tanto comparando El capital con los manuscritos en el estado en que éstos fueron dejados y que Engels describe en el prólogo al tomo II de El capital, así como por las propias cartas de Marx. En una de ellas, dirigida a Engels el 15 de agosto de 1863, plantea que ha tenido que “darle vuelta a todo”: “Cuando miro esta compilación” (los manuscritos de la Crítica, los que ahora está rehaciendo bajo el título de El Capital) “y veo cómo he tenido que darle vuelta a todo y cómo tuve, incluso, que sacar el aspecto histórico de un material en parte desconocido, entonces él” (Lassalle) “resulta realmente divertido con ‘su’ economía lista en su bolsillo”. Tres años después, cuando tiene preparado todo para el impresor, informa a Engels acerca de un nuevo agregado: “Históricamente desarrollé una nueva parte con relación a la jornada de trabajo que no estaba contemplada en mi plan inicial”. (10 de febrero de 1866).


Parece extraño decir que, hasta 1866, Marx no hubiera elaborado las setenta páginas sobre la jornada de trabajo. Sin embargo, tan inherente a la teoría misma era su propia limitación, que aun cuando Marx le dio vuelta completamente a la monografía de la Crítica y escribió el primer borrador de su nuevo trabajo, El capital, ni siquiera este trabajo dedicaba alguna sección, al principio, a la jornada de trabajo. Que David Ricardo no se haya preocupado por la jornada de trabajo es comprensible, porque eludió todo el problema del origen de la plusvalía; que los socialistas, desde los utópicos hasta Proudhon y Lassalle, no estuvieran agobiados por este problema, es también comprensible, ya que siempre estuvieron demasiado ocupados con sus planes como para estudiar en algún momento el verdadero movimiento de los obreros. Pero para Marx, quien nunca había quitado la vista del movimiento proletario, el no haber tenido una sección dedicada a la jornada de trabajo en su principal trabajo teórico, parece incomprensible.
Parece más incomprensible aún cuando confirmamos que Marx ya había escrito la “Acumulación originaria del capital”, que describe la “legislación sangrienta contra los expropiados”, en la que se ocupó de las leyes que hacían obligatoria la extensión de la jornada de trabajo. El concepto de la teoría de la plusvalía incluye la división de la jornada de trabajo en trabajo pagado y trabajo no pagado. Pero esto aún deja indeterminado en su mayor parte el análisis exacto de la jornada de trabajo. Como el propio Marx plantearía más tarde con relación a su adversario, Dühring: “Hay una cosa que me impresionó mucho de su relato; a saber: que mientras la determinación del valor por el tiempo de trabajo permanezca ‘indeterminada’, como lo hace Ricardo, no afecta a la gente. Pero tan pronto se hace la conexión exacta con la jornada de trabajo y sus variaciones, un panorama muy desagradable se presenta ante ellos[1]”.
 “El establecimiento de una jornada normal de trabajo”, escribió Marx, “es el resultado de la lucha de siglos entre el capitalista y el obrero[2]”. De esta forma se revolucionó su método de análisis. Mientras la historia y la teoría permanecen separadas en su Crítica con una explicación histórica para cada capítulo teórico, en El capital la historia y la teoría son inseparables. Mientras en la Crítica la historia es la historia de la teoría, en El Capital, la historia es la historia de la lucha de clases.
 Quien alaba la teoría y el genio pero no reconoce los límites de un trabajo teórico, deja de reconocer también lo indispensable del teórico. Toda la historia es la historia de la lucha por la libertad. Si como teórico, su sensibilidad está atenta a los nuevos impulsos de los obreros, se crearán nuevas “categorías”, una nueva manera de pensar, un paso adelante en el conocimiento filosófico.


El cambio de Marx de la historia de la teoría a la historia de las relaciones de producción dota de carne y hueso la generalización de que el marxismo es la expresión teórica de las luchas instintivas del proletariado por la liberación. Más aún, dice que en última instancia la abolición fundamental de las desigualdades yace en la disminución de la jornada de trabajo. En 1866, Marx convirtió esto en el marco histórico del capitalismo mismo. Las luchas de los obreros por la jornada de trabajo desarrollan la producción capitalista. La creación final de la libertad descansa sobre la disminución de la jornada de trabajo. La filosofía de la disminución de la jornada de trabajo, que surgió de las luchas reales, abarca todos los conceptos fuera y dentro de ella y, de esta manera, el pensamiento del teórico se llena constantemente con un contenido siempre en aumento, producto de las luchas y de los pensamientos de los obreros.
Desde 1866, Marx había estado desarrollando la sección sobre la jornada de trabajo. Para 1867, fecha en que es publicado El capital, leemos este homenaje al pensamiento propio de los obreros: “En vez de un catálogo pomposo de los ‘derechos inalienables del hombre’, viene la modesta Carta Magna de una jornada limitada de trabajo, legalmente limitada, que marcará claramente cuándo termina el tiempo en que el obrero vende y cuando comienza el suyo propio. Quantum mutatus ab illo[3]”.
El movimiento real del proletariado, en esta etapa específica del desarrollo capitalista, reveló no sólo los aspectos negativos de la lucha por la jornada de trabajo —la lucha contra la ilimitada explotación capitalista—, sino los aspectos positivos: un camino hacia la libertad. Ésta, pues, era una nueva filosofía, la filosofía del trabajo, alcanzada, naturalmente, a partir de sus propias luchas concretas.



[1] Carta de Marx a Engels, del 8 de enero de 1868.
[2] El capital, tomo 1.
[3] “Qué distancia hemos recorrido”. El capital, tomo 1.

miércoles, 12 de agosto de 2015

San Quintín, un nuevo momento político-filosófico
Raquelapalabra

El día 17 de marzo de 2015, en México, se da a conocer un nuevo movimiento político: la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social. Pero ¿quiénes son este movimiento? ¿Cómo surge la idea histórica que organiza y que ha dado forma a la Alianza de Organizaciones? En una entrevista realizada a tres de sus fundadores, ellos nos platican cómo nace la idea de un nuevo movimiento que dé voz a los jornaleros del Valle de San Quintín, en Baja California.
Estos trabajadores agrícolas comenzaron un proceso de migración en las décadas del 70 y 80, desde un sinfín de comunidades pobres, mayoritariamente indígenas, principalmente de los estados de Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Chiapas, Nayarit y Michoacán, en busca de un trabajo. Al llegar a los ranchos para trabajar en los campos, les daban un lugar para vivir en las galeras o campamentos, construcciones improvisadas, sin servicios, sin sanidad, sin descanso un solo día de la semana y con un salario miserable. Posteriormente, en la década de los 90, inicia una nueva etapa en su proceso histórico; sobre todo, para  mejorar sus condiciones de vida: deciden salir de los ranchos, en donde vivían prácticamente en condiciones de esclavitud.



Juan Hernández, vocero de la Alianza de Organizaciones, comenta:
Cuando vivíamos en las galeras de los patrones en aquellos tiempos, quiero decirte que, en Rancho Los Pinos, hemos vivido en una casita, en un cuartito de lámina, con piso de tierra; había mucha pulga, ratones […] y así duramos 11 años en ese Rancho Los Pinos […] me acuerdo que en 1997 entramos aquí en Las Misiones, más conocido como San Juan Copala; fue 5 de mayo cuando entramos aquí a tomar terrenos […] ahora sí que a hacer contrato con el gobierno, porque había terreno de venta.

Fidel Sánchez Gabriel, igualmente vocero de la Alianza de Organizaciones, comenta:
En cualquier lugar había campamentos, que se les decía, o galeras, que se decía, y ahora no; ahora ya lo que podemos ver más son colonias pequeñas; claro que con carencias de todo tipo de servicios, pero ahí están […] y ya existe un poco más de libertad ahora; si quiero ir a trabajar mañana, voy […] y nadie va a llegar aquí a mi casa a decir: ‘¿Sabes que Fidel? desocupa esta casa porque hay muchos más que quieren trabajar’. No. Eso era lo típico de aquellos años, cuando la existencia de las galeras.

Una vez asentados en estas “colonias pequeñas”, inicia una larga lucha de movilizaciones para obtener los servicios básicos: luz, agua, drenaje, escuelas; ésta fue también una experiencia importante para los jornaleros. Posteriormente, a través del “tema del agua”, es como logran cohesionarse aún más, pues se trataba de una demanda social que requería de una organización política. Juan Hernández nos dice:
Estoy hablando de 2013; ahí fue donde nos empezamos a preparar junto con mi hermano Bonifacio; empezamos, ahora sí, y platicar y platicar, caminar y caminar: ahora sí, nosotros fuimos [los] que abrimos el camino y sembramos semillas […] nos fuimos, organizándonos con cada representante [de] diferentes comunidades. Fuimos platicamos con ellos; primero centramos el tema del agua […] aquí, [en] el Valle San Quintín, hemos sufrido mucho: no tenemos agua, no teníamos ni para bañar, ni para lavar ropas […] llegaba el agua una vez a la semana, pero batallábamos una noche para poder llenar un tambo […] sacamos el tema adelante y después empezamos a organizar, ahora sí, hablando [del] tema laboral; entonces […] recorrimos cada comunidad, buscamos a cada representante de diferentes comunidades y diferentes delegaciones.

Como lo refiere Fidel Sánchez Gabriel, la idea que constituyó la Alianza de Organizaciones tiene  una “historia propia”. En voz de Bonifacio Hernández, fue así:
La idea de organizarnos surgió de ver las injusticias que existen; estaban violentando los derechos de los trabajadores, de nuestros compañeros […] en lo personal, un día, surge esta idea porque regresa mi señora madre del trabajo. Después de trabajar toda una semana, no le había salido su cheque. Aparte de eso, la insultaron; pues prácticamente trabajó gratis, como dicen por ahí, durante una semana, y eso fue lo que más me empujó a organizar a los compañeros junto con mi hermano, don Juanito Hernández. Empezamos a caminar y a platicar con cada uno de los compañeros si estaban conformes con lo que estaba pasando en su trabajo; porque, como trabajador, hay un derecho; le decía yo a mis amigos que existe una Ley Federal del Trabajo, una Secretaría de Trabajo; pero, lejos de eso, pues no veíamos sus luces de esta Secretaría, ni [d]el mismo gobierno. Ahí es donde surge la idea de formar alianzas de organizaciones; primero, pues era de ir a platicar con cada uno de los compañeros y decirles que queríamos dar una lucha pero, también, pues era imposible hacer[lo] solo.


Cuando Fidel Sánchez Gabriel se integra a este proyecto, una de sus propuestas fue el tema laboral:
Yo llego, creo que a los 5 ó 6 meses de que la Alianza está ya formada […] cuando yo llego, llego con una propuesta […] y con mi llegada a la Alianza, se refuerza más la propuesta sobre el tema laboral, sobre el derecho de cada trabajador e incluso haciendo mención de todas las prestaciones de ley […] y que no nada más son los trabajadores agrícolas los que tienen ese derecho, sino todo trabajador.

El proceso a destacar más importante hasta aquí es el que tiene que ver con la construcción del tejido de la organización y con la necesaria emancipación de los jornaleros (migrantes todos, en su mayoría indígenas: triquis, mixtecos, zapotecos). Ellos lucharon por habitar colonias libres, en las que su fuerza de trabajo no estuviera al servicio del capital las 24 horas del día, sin día de descanso alguno. A la pregunta que hacía Marx: ¿qué es una jornada laboral?, los jornaleros del Valle de San Quintín probablemente habrían respondido (y aún responderían): es la esclavitud. Por ello, le pusieron un primer límite al consumo de sus vidas, generado por la explotación de su fuerza de trabajo.
Este proceso histórico ha representado para ellos, al mismo tiempo, un proceso político, el cual les ha hecho cuestionarse de manera implícita otra pregunta que formuló Marx: ¿durante qué espacio de tiempo el capital tiene derecho a consumir la fuerza de trabajo cuyo valor diario ha pagado? El proceso histórico de la Alianza constituye la respuesta y una primera negación a las condiciones esclavistas impuestas por el capital, pues, para éste, la jornada laboral representa un medio de producir más ganancias, sin interés alguno por la vida de los trabajadores.
Juan Hernández comenta:
Nunca aumentaron un poquito el salario [...] yo sé que la fresa y las moras son las frutas más caras […] vale[n] dólares y no pesos. Una vez platiqué con el patrón […] me decía que [por] las cajas de mora les paga[ba]n 23 dólares con 50 centavos en ese tiempo […] hicimos cuenta de una cajita: salía como a 350 pesos una cajita, y a nosotros nos pagaba 14 pesos por piscar y por empacar las cajas […] yo echaba mis cuentas y era muchísimo dinero el que sacábamos diario. Una vez me atreví a hablar con el patrón que aumentara un poquito […] se enojó cuando yo traté de defender mi derecho; me dijo: ‘¿Sabes qué? aquí no cabes; aquí quiero un trabajador que no hable; así como hablas, no hay trabajo para ti’, y me agarré discutiendo con él […] traté de defenderme […] porque, la verdad, como que no reconoce su derecho de uno como trabajador.


La lucha de los jornaleros de San Quintín tiene un valor histórico. Es verdad que una de sus demandas centrales ha sido el aumento salarial, pero éste no lo es todo: ¿por qué? ¿Qué representa el salario? ¿El salario es sólo dinero? El salario no es solamente un cantidad de dinero para comprar mercancías, sino que, como lo planteaba Marx, “encierra diferentes relaciones”. ¿Cuánto trabajo no pagado existe en una relación social de explotación? Ésta ha perpetuado la condición de miseria y opresión de los jornaleros, según lo reconocen ellos mismos.
El proceso político de la Alianza de Organizaciones ha alcanzado hoy una dimensión nueva dentro de su propio desarrollo. Éste comenzó cuando la gente que vivía en los ranchos y galeras decidió desarraigarse de sus condiciones de esclavitud y empezar a buscar la libertad. En palabras de Fidel Sánchez, el logro más importante de la Alianza no ha sido el aumento salarial, sin duda transcendental, sino el “haberse puesto de pie” como trabajadores, como jornaleros:
Fue una manera de cómo concientizar a los propios compañeros que estamos dentro de la Alianza […] una vez que estuviéramos convencidos nosotros mismos, [que supiéramos] cuáles son los derechos de cada trabajador, pues [salimos] al campo a hacer los trabajos de concientización […] Los que logramos  despertar de este sueño aplastador, pues empezamos a hacer lo mismo: despertar al resto de los compañeros… y, ¿cómo sería esto de despertar a los compañeros? Pues bueno, trabajo en equipo sobre todo, que es la parte fundamental de cualquier lucha social.

Fidel comenta que el gobierno del estado de Baja California los veía “pequeños”. Meses antes de estallar la huelga del 17 de marzo, solicitaron infinidad de veces ser recibidos por el gobernador para plantear sus demandas: nunca los recibieron. Sin embargo, aproximadamente 80,000 jornaleros lograron visibilizarse en un paro laboral general; posteriormente, en las marchas, lograron una movilización auténtica de masas.
Fidel Sánchez comenta:
El resto de la ciudadanía, incluso los tres niveles de gobierno, seguramente harán las mismas preguntas, ¿no?: “Y la Alianza de Organizaciones: ¿quién es para dar un ultimátum al gobierno?” Sólo puedo decir que no es la Alianza de Organizaciones que simplemente da un ultimátum al gobierno, sino que son los propios ciudadanos, los propios jornaleros que vivimos estás condiciones pésimas. Y con el salario de hambre […] yo creo que lo que pasó el 17 de marzo es el reflejo de los trabajos de equipo que se venían haciendo desde mucho antes […] Entonces, yo creo que el movimiento de los jornaleros es de todos, de todos, tanto nacional como internacional, y sigue siendo el movimiento de todos.


La Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social, desde su nombre mismo, lleva ya un planteamiento abierto a otras posibilidades de lucha, al intento de establecer vínculos con otras organizaciones. Bonifacio Martínez lo explica así: “Sabíamos que, en el camino, nos íbamos a encontrar a otras organizaciones con la misma finalidad y con la misma mentalidad, quizás, de lucha… con esa finalidad lo hicimos. Los que se acercaron, pues bienvenidos […] Por eso [le] pusimos Alianza de Organizaciones y, por último, pues Por la Justicia Social”.
En la construcción de una nueva sociedad, los trabajadores tendrán necesariamente un lugar distinto, como lo comenta Fidel Sánchez: “Bonifacio decía: ‘¿Por qué no tomamos […] como ejemplo lo que se dijo ser una película en EUA: Un día sin mexicanos, y que aquí pudiéramos decir: un día sin jornaleros […]?’. Entonces, […] trabajando un poco la idea, […] no [se puso] ese título de: un día sin jornaleros, sino que se escribió: un día sin trabajadores, [e hicimos] mención de las prestaciones de ley”
¿Cómo sería para todos, incluyendo al gran capital, un día sin trabajadores, tan sólo un día? Las voces de los jornaleros y su emancipación como trabajadores son testimonio concreto de una lucha histórica que ha dado origen a un nuevo tiempo para ellos: el tiempo de la construcción de la libertad.